El objetivo de este espacio es brindar al lector en general y, a los estudiantes de psicología en particular, la oportunidad de conocer, analizar y reflexionar sobre casos que llegan a la consulta psicológica. Considero que al compartir estos casos servirá como apoyo a los estudiantes para que, con base a sus conocimientos adquiridos en la carrera y su observación, pueda dar continuidad a la historia desde una propuesta de intervención.
Por otro lado, se pretende que el lector en general, ya sea joven o adulto, se concientice sobre lo que pasa a su alrededor y, dejar margen para que, con base en sus experiencias personales y observación utilicen la imaginación y den continuidad al caso.
También es de mi interés, al compartir estos casos que las personas se den cuenta y acepten que hay momentos en los que se necesita acudir al apoyo de un profesional para aprender y desarrollar las herramientas necesarias para un crecimiento personal saludable.
Cabe aclarar que los casos que compartiré son de mi trabajo como psicoterapeuta y que los nombres de los personajes han sido cambiados para respetar la confidencialidad.
El caso de Yolanda
Yolanda es una mujer de 37 años, alta, delgada, de tez morena clara, bonita, ojos color café claro, nariz recta, su boca luce una dentadura pareja y sus labios son gruesos; tiene una sonrisa agradable.
Estudia la carrera de licenciado en psicología aunque ya cuenta con estudios de cultora de belleza.
Cuando ella llega al consultorio se observa muy ansiosa, después de establecer el rapport y tomar sus datos le pregunto:
_ ¿Ya has estado antes en terapia con un psicólogo?
A lo que contesta:
_ No, nunca, es la primera vez.
Para bajarle un poco su ansiedad, le explico de forma muy general en lo que consiste la terapia psicológica y eso da pié a que ella empiece a hablar de forma acelerada sobre el motivo de su consulta:
_ Pues… ¡ay¡… no sé por dónde empezar… cómo le digo…bueno, yo ya antes fui con un psiquiatra porque empecé a tener problemas. Todo iba bien pero de repente sentí que ya no tenía paciencia ni autocontrol; yo soy una persona… bueno, era calmada y de pronto empecé a notar que ya no era la de antes. Verá, cómo le digo… ¡ay¡ no sé por dónde empezar…
Se notaba demasiado ansiosa y hablaba muy rápido, entonces le sugiero:
_ Empieza con lo que se te haga más fácil comentar y…
En este momento me interrumpe y dice:
_ Mi problema es con mi esposo, nos pusimos de novios cuando estudiábamos la preparatoria. A mí él me llamó la atención porque era un muchacho serio, formal, no era como los demás, él era muy formal y guapo. En ese tiempo, mis amigas de la prepa también tenían novio y me platicaban de su noviazgo; ellas me comentaban que ya se habían acostado con ellos y esas cosas. Un día me preguntaron: “¿Tú no lo has hecho verdad?” “Anímate, es muy bonito, te va a gustar”. Empecé a tener curiosidad ya que ellas siempre comentaban cómo les había ido en sus relaciones y las veía muy contentas y me instaban a que me animara a tener relaciones, entonces yo pensé: “Es cierto, ya tenemos Pablo y yo algo de novios y no ha habido nada de nada, yo creo que ya es tiempo”. Quiero decirle que yo fui la que lo empezó a animar porque yo ya tenía mucha curiosidad por saber que se sentía. Bueno, pues empezamos a tener relaciones y en una de esas salí embarazada y nos tuvimos que juntar. En ese tiempo yo trabajaba y él no.
Aquí, Yolanda hace una pausa y empieza a explicar:
_ Él es hijo único, su mamá todo le daba y han tenido muy buena posición económica, así que él nunca había trabajado pero como ya vivíamos juntos tuvo que empezar a trabajar, entonces, su mamá le consiguió un trabajo, lo acomodó muy bien y yo me salí de trabajar. Para ese entonces ya habíamos terminado la prepa y él estaba en la carrera de derecho. Tuvimos a nuestro primer hijo y todo iba muy bien. Después yo me quise embarazar y aborté; luego tuve otro embarazo y fue prematuro y murió; luego tuve otro embarazo y volví a abortar. Me volví a embarazar y tuve un varón y después a la niña. Mi hijo mayor tiene once años y el niño cuatro y la niña tres.
Hasta aquí, su conversación la continuaba de forma muy acelerada, daba la impresión que no hacía puntos y comas. Sin parar su narración me dice:
_ Me da agua por favor.
Le sirvo un vaso con agua y, observo que se la toma desesperadamente para luego continuar con su narración.
_ Cuando tenía seis meses de embarazo de la niña, él empezó a mensajearse con una muchacha, yo lo descubrí porque revisé su celular y hablé con él; de entrada lo negó pero después lo aceptó. Yo estaba muy molesta y el me prometió que ya no se comunicaría con ella. En ese tiempo, la muchacha se juntó con un compañero de trabajo y se fueron a vivir a otra ciudad pero yo volví a descubrir que mi esposo y ella seguían mandándose mensajes. Volví a hablar con él y lo corrí y él se fue de la casa. Cuando nació mi hija él me pidió regresar y me prometió que ya no iba a andar con ella, le di la oportunidad pero volvió a estar en contacto con ella. No sé qué pasaría pero desde esa vez yo noté que cambió su estado de ánimo, se volvió muy enojón, cualquier cosa le molestaba. Un día me dijo que a él no le gustaban los niños pero que los tuvimos porque yo quise tenerlos. Se volvió algo grosero, lo que era raro en él pues siempre fue muy correcto, formal, respetuoso. Yo hablé con mi suegra y le dije lo que estaba pasando con él, le dije que notaba que él ya no era el de antes, que su carácter había cambiado y que yo pensaba que necesitaba ayuda. Mi suegra le consiguió una consulta con el psiquiatra y fue. Cambió con el medicamento, no salía con los amigos como antes, casi no platicaba, se aislaba, los niños le molestaban, no quería que se le acercaran, se mantenía alejado de mí; observaba que su ánimo decaía cada vez más. En una ocasión le pregunté:
_ “¿Qué tienes, qué te pasa, porque ya no sales con tus amigos?”
_ ”No quiero, no me dan ganas.”
_ “Te noto diferente, desanimado, deberías de salir como antes.”
_ “No tengo ganas.”
Desde entonces se empezó a deteriorar nuestra relación y yo empecé a tener síntomas de falta de respiración; como que me faltaba el aire, sentía que me ahogaba. En una ocasión fui al cine con mis amigas y me empecé a desesperar y quería salir corriendo, sentía que no podía respirar. Mi problema continuó y decidí ir al psiquiatra, me diagnosticó ansiedad generalizada. Me recetó unas gotitas, que me las tomara por la mañana y unas pastillas, las cuales me dijo que me las iba a retirar poco a poco. Ya con el medicamento me empecé a sentir mejor, o no sé si fue psicológico.
Aquí hace una pausa para reírse de lo que acaba de decir y continúa:
_ En esos días, en la universidad, se me presentó la oportunidad de irme a un intersemestral a Cuba, tomé la decisión de ir y se lo comenté a mi esposo y él estuvo de acuerdo. Él se quedaría cuidando a los niños mientras yo hacía el intersemestral.
Con un tono de sorpresa y satisfacción continuó su relato:
_ ¡No sé qué pasó pero como por arte de magia me relajé!, ¡me sentí muy bien! tan bien me sentí que decidí ya no tomar las gotitas y me di cuenta que no las necesitaba. Cuando regresé venía muy contenta, feliz, me sentía ¡muy bien! Ya quería ver a mi familia. Cuando llegué aquí pedí el servicio de un taxi para que me llevara a mi casa, cuando en eso suena mi celular, era mi esposo, le contesto muy contenta y me dice, en tono de mucha molestia, mejor dicho, enojado:
_ “¡Espero que ya llegues para que te pongas a cuidar a tus hijos, ya no los soporto, eres una madre descuidada… solo piensas en ti, que fácil se te hace agarrar camino e irte como si no tuvieras responsabilidades…!
_ Al escuchar eso, se me fueron los ánimos abajo, me sentí desorientada y me di cuenta, con tristeza, que regresaba a una realidad que había olvidado por un momento, el tiempo que estuve en Cuba. En ese instante, mi experiencia en Cuba y todos esos pensamientos tan bonitos que traía perdieron su sentido; no sé cómo decirlo… me sentí como sola, desprotegida… como si hubiera hecho algo malo o… como… como… si yo no mereciera…
Aquí, Yolanda hace una pausa, su mirada refleja mucha tristeza y unas lágrimas empiezan a brotar de sus ojos; inmediatamente se sobrepone y continúa su relato como si el tiempo no le fuera a alcanzar pero con un dejo de cansancio.
_ Llegué a casa, atendí a mis hijos, contentos de verme y yo también, lo saludé a él, me saludó, lo noté indiferente, molesto y no me hizo ningún comentario, yo me sentí como decepcionada… yo no esperaba un recibimiento así… me pareció tan frío… como si yo fuera algo extraño… no sé cómo explicarlo. Al otro día, estando solos, me ofreció disculpas; me dijo que estaba tomado, que no había sido su intensión molestarme y cosas por el estilo.
Aquí hace una pausa y, tomando una respiración profunda y exhalando fuertemente dice:
_ Actualmente dormimos en camas separadas y sexualmente ya estamos retirados.
Se queda por un momento en silencio y su mirada se torna triste. Luego continúa:
_ Hace poco vi a su tía, hermana de mi suegra, entre la charla que sostuvimos me dijo:
_ “¿Si sabes que tu suegro es homosexual y que tu suegra no te quiere?”
_ Yo me quedé callada, no supe qué decir. Pensé que no tenía caso que me hiciera ese comentario. Después de que nos despedimos yo me quedé pensando en lo que me dijo y recordando detalles, a los que no les había prestado atención, sobre la relación entre mi esposo y yo y de los cambios que últimamente ha tenido él. También empecé a sentir mucho coraje contra mi suegra, por hipócrita y falsa. Ya tenía tiempo que estaba fastidiada con ella porque siempre que iba a visitarnos me tenía que criticar. El que la tía me haya dicho que ella no me quería, cosa que siempre lo he percibido, me dio valor para hablar con mi esposo. Llegando a la casa le comenté a mi esposo lo que me había dicho su tía y le dije:
_ “Ya no quiero que tu mamá nos visite. Así que dile que ya no venga para acá.”
_ Él se quedó callado y ya no tuvo tiempo de decirme algo porque en ese momento llegó la niña y nos interrumpió. Sobre lo que dijo se tía, de que su papá era homosexual, tampoco dijo nada. Mi suegra ya no viene a visitarnos y me siento muy a gusto.
_ Ahora yo me pregunto:
“¿Seré yo la del problema? ¿Será él homosexual, que por eso ha tenido esos cambios? ¿Será que quiere a la otra?
_ Y me lo sigo preguntando ya que él no dice nada. Yo he tratado de hacerle ver que puede confiar en mí. En una ocasión le dije:
_ “Si eres homosexual dímelo, no creas que me voy a enojar, desde ahorita te digo que yo lo comprenderé y si tú quieres que sigamos juntos, no hay problema, cuentas con mi apoyo o si te quieres ir, tampoco hay problema pero dime, qué te está pasando, yo quiero ayudarte.”
_ No me contestó, se hizo un silencio y después se fue a ver la tele dejándome como si no hubiera pasado nada.
Como se observa, solo se narra el contexto general con el que llega la persona a la terapia, a Ustedes toca darle la continuidad y si eres estudiante de psicología, te sugiero observar, analizar y decidir cómo intervenir en este caso y comparte tu decisión con tu maestro de clase.