Autor: Francisco Prieto
Carlos Fuentes ha sido para la literatura mexicana lo que Galdós para la española, Balzac para la francesa, Dickens para la británica, Tolstoi y Dostoievski para la rusa.
En sus novelas, cuentos, ensayos e incluso en sus obras de teatro, exploró con frecuencia, reveló modos de vida y los mecanismos que regían la existencia de todas las clases y grupos sociales. Tuvo la buena fortuna, al menos para la literatura, de haber pasado una parte importante de su niñez y adolescencia fuera de México, con el regreso ritual en Navidades o en parte del verano. Eso le permitió estar dentro del país y fuera.
Seguramente por eso se atrevió a declarar que México necesitaba una estatua de Hernán Cortés en el Paseo de la Reforma. Lúcido, Fuentes sabía que el complejo de inferioridad termina siendo proyecto de inferioridad y mal hace y peor le va a quien no es capaz de asumir sus orígenes.
La obra libérrima de Fuentes nos hace presente el siglo XX mexicano, parasita lo que va del XXI y lo hace en la temática y en las formas. En la temática porque cuanto acontecía en el mundo le preocupaba, se lo planteaba, lo analizaba; en la forma porque Fuentes fue un virtuoso como, acaso, no lo haya sido ningún otro novelista viviente.
¿Por qué?
1.- Carlos Fuentes escribió novelas dentro del canon del realismo tradicional, como es el caso de “Las buenas conciencias”, novela que hace presente el conservadurismo en el estado de Guanajuato y cuyo protagonista, Jaime Ceballos, transita de un ideal religioso al despertar erótico para terminar entregado a lo que antes había combatido: la burocracia y la corrupción.
2.- En la novela “La región más transparente” toma las técnicas del contrapunto que hereda de Huxley y de Dos Passos para darnos el cuadro más acabado de una ciudad de México que empieza a sacudirse su inercia provinciana, cuyas clases medias se van tornando cosmopolitas y que va siendo penetrada por una incipiente modernidad a la que acompaña un velado
encanallamiento. La novela es como una gran sinfonía de amor y de odio.
3.- “La muerte de Artemio Cruz” es, a juicio mío, la mejor novela de Fuentes porque en ella lleva a sus últimas consecuencias un proceso de degradación personal que va de la mano con una degeneración social. El revolucionario Artemio Cruz ha ido, progresivamente, traicionando las causas por las que había luchado y su decadencia es la de la misma Revolución a la que había servido y de la que se había servido. La novela, radicalmente original, parte del personaje en agonía hasta terminar en su nacimiento, un recorrido por su vida desde el final hasta el principio. En la novela, el narrador se recrea con una asombrosa variedad de usos del verbo “chingar” que en la obra de Fuentes será siempre medular: la capacidad ilimitada de destrucción de hombres y de mujeres.
4.- Fuentes hizo novelas generando formas novelísticas altamente complejas donde tienen cabida formas literarias novedosas, modos de novelas de creación suya, como es el caso de “Cambio de piel” y de “Terra Nostra”, sin duda novelas de difícil lectura donde el escritor alcanza grandes alturas pero que también conocen caídas notables y que, en todo caso, requieren de un lector culto, alerta, con un conocimiento exhaustivo del lenguaje. En no pocos de sus cuentos y en su novela corta”Aura”, el autor nos hace vivir la experiencia poética del ser que se resiste a la muerte, pero dentro de la fantasía más acabada que hace de ese relato una página magistral de la literatura fantástica.
5.- Pero hay también un Fuentes intimista, profundamente humano que se manifiesta, sobre todo, en “Los años de Laura Díaz”, relato que, por un lado, es un recorrido histórico por el México del siglo XX en las luchas políticas y los hallazgos artísticos y que contiene las secuencias magistrales de la muerte del hijo de la protagonista, tragedia que marcaría la vida del novelista, que fue escrita como para exorcizar lo que veía venir, o sea, la agonía de su propio hijo, y que retomaría de manera distinta en la que no pocos consideran una de sus obras maestras, “Todas las familias felices”.
En rigor, la obra de Carlos Fuentes tiene como eje, como nervio vital, la descomposición de la criatura humana, la capacidad ilimitada de hombres y mujeres de hacerse daño los unos a los otros en un concierto de humillados y ofendidos.
En México, para Cienfuegos, personaje simbólico y un tanto kitsch de Fuentes, no hay tragedia sino solo afrenta. Y en el mundo contemporáneo, esa experiencia totalizadora mexicana se ha vuelto realidad: eclecticismo y pragmatismo a ultranza, indiferencia a la búsqueda de la verdad, división de hombres y mujeres en perdedores y ganadores, o sea, despojados de su dimensión de personas convertidas, los que pueden, en verdugos de los otros. He aquí, pienso, la universalidad y contemporaneidad de Carlos Fuentes.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Francisco Prieto.
Artículo en conmemoración al escritor mexicano Carlos Fuentes, por su aniversario luctuoso finado el 15 de Mayo del 2012.