Por Ana Mireya Borboa

El duelo es un proceso natural de adaptación, tanto emocional, cognitivo y conductual, a la separación definitiva de un ser a quien se ama. Antes de aceptar la partida de un ser querido las personas atraviesan por una serie de etapas que no necesariamente se presentarán en el mismo orden, ni con la misma intensidad en todas las personas, y no siempre se viven todas, de hecho, durante este periodo de duelo, las personas pueden transitar, en las primeras cuatro etapas de una a otra y luego regresar a las anteriores sin que esto signifique que no avance en el proceso, sino que es parte de este en algunas personas. 

La Dra. Elizabeth Kübler Ross trabajó durante muchos años con enfermos terminales y esto le permitió observar cómo era la gestión de la muerte en los familiares del fallecido, y con base en ello menciona cinco etapas en el proceso de duelo que explicaré a continuación.

La primera etapa: “Negación”. Aquí a la persona no le es posible aceptar la partida del ser querido, de hecho, es una reacción normal el no querer aceptar la realidad. Algunos pensamientos que la persona tiene en esta etapa son: “no puede ser cierto”, “esto es mentira”, “no lo puedo creer”, etc. estos pensamientos son como una forma de defenderse de un dolor insoportable.

La segunda etapa: “Ira”. El negar la partida de un ser querido llega, en un momento, a cierto agotamiento que da paso a la ira y se empieza a ser consciente de lo que ha pasado. El enojo que la persona siente puede ser hacia otras personas que lo rodean, hacia objetos o hacia el mismo ser querido que haya fallecido, experimentando resentimiento por el abandono y dolor porque lo ha dejado. Esto hace que se experimente un sentimiento de culpa por estar enfadado con ese ser querido que lo abandonó. Algunos pensamientos que se suelen tener son: “por qué me dejó”, “por qué me sucede a mí”, “por qué se fue así”, etc. En esta etapa hay emociones muy intensas y el sentimiento de culpa que se genera hace que la persona se diga: “por qué no hice esto y lo otro”, “por qué no conviví más con ella”, etc.

La tercera etapa: “Negociación”. En esta etapa la persona trata de recuperar el control aún cuando todavía hay resistencia en aceptar la partida del ser querido. Empieza a decirse que pudo haber hecho algo más por el ser querido, pero se da cuenta que ese ser amado es irrecuperable y hace conciencia de que tiene dos opciones, aceptar que no hay vuelta atrás o seguirse resistiendo. En esta etapa intenta superar el dolor.

La cuarta etapa: “Depresión”. Se puede considerar como la etapa donde se experimenta el verdadero duelo. Aquí la persona experimenta sentimientos muy profundos de tristeza y pesar, se abandona y cae en depresión, aunque cabe mencionar, que no todas las personas caen en depresión. Algunos pensamientos que se tienen son: “No tiene sentido seguir viviendo”, “Mi vida no tiene sentido”, “me siento muy tiste”, etc. Ante la realidad, la persona tiende a aislarse, a abandonarse a si misma, sus deseos de vivir son menos intensos, este es un estado previo para pasar a la siguiente etapa.

La quinta etapa: “Aceptación”. En esta etapa la persona acepta que no hay vuelta atrás y que su vida sigue, empieza a hacer las pases consigo mismo y con la pérdida que ha vivido, poco a poco se reintegra a sus actividades. Al principio de esta etapa la persona no se siente “feliz”, extraña al ser querido, pero ya no sufre, ya no siente la necesidad de hablar de su dolor y de su pérdida. Empieza a reinventarse, a buscar nuevos objetivos y a valorar lo que se tiene.

El recuperarse del duelo va a depender de diferentes factores como, por ejemplo, la intensidad de la relación que se tenía con la persona fallecida, las circunstancias de la muerte, si se tenían conflictos no resueltos, la madurez emocional, los sentimientos de culpa, el estilo de comunicación que prevalecía entre ambos, etc.

Una recomendación para superar estas etapas del duelo es vivir el dolor, y esto se logra expresando las emociones de manera normal. El proceso de duelo es complejo, varía de persona a persona y no tiene límite de tiempo, aunque se considera que si se extiende más de seis u ocho meses lo aconsejable es buscar ayuda psicoterapéutica.